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El instante aprendiz***

*Traducción:  Prof. Dra. Arantxa Serantes 

Al esbozar apuntes sobre una lógica de la locura, un envés del absurdo se desvela en astillas de múltiples caras. Frontera donde la normalidad se reconoce en sus paradojas. 

Una de las características de la expresividad delirante es ensimismarse en desacuerdo con el mundo alrededor. Crea dialectos de difícil acceso para proteger sus versiones de mayor intimidad. 

El papel de la Filosofía Clínica en la intersección con la crisis inmediata también es presentación indeterminada en un proceso caracterizado por la exageración de la manifestación del que comparte. Un no saber vehicula provisionales verdades en el compartir deconstructivo de las sesiones. Representaciones existenciales difusas se alternan en narrativas del tiempo de la persona. El lenguaje de la locura se constituye en un conjunto de convivencias estúpidas. El punto de partida es la extraordinaria lengua de la persona estructurada en alguna forma caótica.

 Ernst Cassirer refiere: “Hay cosas que, en virtud de su sutileza y su infinita variedad, desafían toda tentativa de análisis lógico. Y, si existe en el mundo cualquier cosa que debamos tratar de la segunda manera, es la mente del hombre. Lo que caracteriza el hombre es la riqueza y sutileza, la variedad y la versatilidad de su naturaleza” (Cassirer, 2005). 

Los rastros de la diferencia pueden dejar pistas en los términos agendados, en la falta de plenitud discursiva o desestructura personal. 

El Filósofo Clínico se hace aprendiz, en la intersección con las lógicas de lo extraordinario. Siente, oye y percibe las inéditas formas de conversación, por donde la persona exhibe contextos aún irreconocibles. Más que un camino de regreso a las anterioridades, también posible, se trata de una iniciación en el mundo compartiente. Investigar reflexivo y compartido de las discontinuidades, rupturas y esteticidades entrevistas en la búsqueda de algún confort existencial. 

En el inicio de la clínica se trata de hacer inmersión en la condición diferente del sujeto y conocerlo en versión propia. Preliminarmente, si tiene un interés en la expresividad y desdoblamientos de esos álibis de la crisis. No se ofertan consejos, fórmulas listas o alguna lectura de los clásicos. 

En la estructura de pensamiento refugiada en sí misma, la confusión puede adentrarse en episodios distantes de la objetividad social. Un mixto de asombro creativo alterna formas en las inconfidencias de la sorpresa narrativa. Fundamentación práctica para una epistemología de la locura. 

Gaston Bachelard así comparte: “(…) la duración es una sensación como las otras, tan compleja cuánto las otras. Y no hagamos ninguna ceremonia al subrayar su carácter aparentemente contradictorio: la duración está hecha de instantes sin duración, como la recta está hecha de puntos sin dimensión. En el fondo, para contradecirse, es preciso que las entidades actúen en la misma zona del ser” (Bachelard, 2007). 

Las síntesis de los sobresaltos ni siempre son favorables a la fluencia de las convivencias. Un discurso imprevisible amplía intermedios de exceso y aparente sin rumbo. 

Los manuscritos rehechos con las lógicas del delirio poseen características plurales. En el devenir inestable un adorno de escasa nitidez insinúa conjeturas de largo alcance. 

El papel existencial cuidador aprecia descifrar esos suburbios y márgenes improbables por donde la persona se desplaza en su singular desasosiego. En ese sentido, la normalidad del Filósofo Clínico se presenta como un interlocutor de rarezas. 

Guión de inicio sin fin, intermedios de razón y sinrazón. Las alegorías pueden constituir un lenguaje increíble. Al ser terapeuta restan las variadas traducciones, en la parcialidad de las búsquedas para acceder el extraordinario desconcierto de esa forma de existir. 

El ser disonante desaloja verdades de sentido único. Actualiza, de forma insulsa, una crítica reflexiva sobre el aspecto bien acabado de las convivencias de la normalidad. Cuando no está ajena a las cosas alrededor – la locura – aprecia medir fuerzas con su fuente de inspiración – la normalidad -. 

Un vivir clandestino muestra ingenio en un cuerpo que no le pertenece con singularidad. El envés personal delirante se reanima en la disociación con los artificios de la realidad improvável fugaz. 

**Hélio Strassburger en “Pérolas Imperfeitas – Apontamentos sobre as lógicas del absurdo”. Editora Sulina. Porto Alegre/RS. 2012.

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